Ha vuelto el Duque... O más bien debería decir que ha llegado Catalina.

Sin embargo, yo creo que aquí nadie cuenta con que él puede ser perro apaleao, pero perro al fin y al cabo. Es decir, que podemos verle con ojitos llorosos en la boda de su ex pero es el mismo hombre que demostraba ternura por la mañana y mandaba matar a su hermano por la tarde. Si Cata se la juega, seguramente, gane él. Al fin y al cabo, uno no se hace mafioso en dos días (ni en dos meses, como quieren hacernos creer).

En un principio, este episodio no parecía nada fuera de lo común, es más, durante un rato tuve la sensación de estar reviviendo un reencuentro a lo Sexo en Nueva York de Cata and friends. Por cierto, que ésta es la parte menos lograda porque:

1. La auténtica amiga de Catalina ni siquiera sale ya en la serie (si no eres prosti, no tenemos papel para ti).
2. Cata y estas chicas no eran amigas desde pequeñas (así que el tema del cumpleaños del final... En fin, con calzador).
3. De hecho, tampoco es que fuesen amigas de mayores, el punto en común entre ellas era Jessi, la madame de extrarradio, a la que ya nadie quiere, por lo visto, ya que ni sus amigas se sientan con ella en la boda.

Sin embargo, pronto aparece un giro en la trama que lo mejora todo, con el mismísimo Rafael Duque presentándose en la comisaría cuando nadie lo esperaba (y este momento coincide, casualmente, con un cambio de traje... Mucho mejor en gris que en negro, dónde va a parar). A partir de ahí todo mejora y se lanzan un montón de historias que ocuparán (seguro) gran parte de la temporada.

En definitiva, buen comienzo, guiones sorprendentemente buenos (no sé por qué siempre esperamos lo peor de las series españolas) (y eso lo había escrito sin ironía, pero ahora que lo pienso mejor...) y un buen sabor de boca que nos deja este estreno.

¡Te esperamos la semana que viene, Duque!